EL NIÑO Y EL CARACOL
El niño Kylian no sabía que la baba de caracol es remedio y cura prevenir el daño de arrugas, cicatrices, mejorando la elasticidad y firmeza de la piel, estimulando la renovación celular, como le decía su mamá a su papá rogándole le comprara un frasquito de “Crema de baba de caracol” en Amazon, lo que, para él, era un chiste, pues siempre veía a su mamá igual de guapa sin necesidad de babas.
Mamá les dijo:
-Iros a buscar caracoles para la abuela.
Curioseando con su hermano Eder los jardincillos que rodean la Pérgola de Rita, en Moradillo de Roa, Burgos, encontraron tres caracoles a los que pusieron los nombres de Hipócrates, Zeus y Plinio; quedándose él con Hipócrates, pues su hermano tiró a los otros dos por la taza del váter, quejándose porque le habían escupido en los dedos.
Kylian le dijo:
-¿Por qué les has tirado al váter?
Eder respondió:
-Más vale antes que después, pues la abuela les va a meter a cocer en la cazuela para que echen el verdín y las babas, y guisarlos y celebrarlo en la mesa.
Kylian invitó a su caracol Hipócrates a subir por su mano, dejándole que subiese hasta su dedo índice. Después, lo volvió a convidar a meterse en una cajita de esas que trajeron el móvil nuevo a papá, exclamando:
-Más vale caracol en paz, que caracoles cociendo para degustar.